domingo, 14 de febrero de 2021

CARLOS MENEM O EL POLITICO

Por Otto Klappenbach
La historia de Mirabeau recuerda gravemente la de César y, en varia medida, la de todos los grandes políticos. Con rara coincidencia, el gran político ha repetido siempre el mismo tipo de hombre, hasta en los detalles de su fisiología. José Ortega y Gasset, “Mirabeau o el político”. Cuando Carlos Saúl Menem estudiaba en Córdoba su equipo de básquet ganó en el año 1951, el torneo "Evita". El presidente Juan Perón le entregó la copa. Comenzó su militancia en el movimiento fundado por éste último, que lo llevó a la cárcel cuando la Revolución de 1955. En 1958, plena época de la resistencia, Menem fue designado delegado interventor en la juventud peronista riojana. En 1964 visitará a su conductor en Puerta de Hierro. Lo acompañó en el avión del retorno definitivo a la Patria. En 1973 es elegido por primera vez gobernador de su Provincia, el más joven del país. Por esa condición, en 1972, despidió los restos de su líder representando a sus colegas. Carlos Menem padeció la cárcel y el ultraje del Proceso militar. Ni lo dejaron asistir al sepelio de su madre. En 1983 nuevamente elegido Gobernador fue uno de los fundadores de la "Renovación Peronista" que pretendió continuar la obra inconclusa del tercer Perón: el movimiento, que era democrático, también fuera republicano. En la primera elección directa en el justicialismo por la fórmula presidencial la de "Menem-Duhalde", sin estructura, triunfa sobre "Cafiero-de la Sota", que contaba con el aparato partidario. En mi condición de apoderado de la Provincia de Buenos Aires de la fórmula, fui llamado, a sus oficinas de la calle Maipú al ochocientos, por el candidato presidencial. Menem quería saber cómo venía la elección en La Plata. Le expliqué que, dado que era el asiento del Gobernador Cafiero, la misma se inclinaba ostensivamente por el mismo, lo cual me preocupaba mucho. Con una seguridad que me impresionó contestó: “Quédese tranquilo, vamos a ganar ampliamente, el fenómeno es “subyacente”. La Argentina que Menem encuentra al llegar a la presidencia en 1989 está resentida por la guerra sucia y la derrota de Malvinas y sumergida en una grave crisis económica y social. En ese verano el subversivo MTP intentó copar el regimiento de la Tablada. Los "carapintadas" amenazaban con nuevas insurrecciones. Los asaltos a los supermercados por villeros en Santa Fe contaban con logística militar. La hiperinflación creaba desabastecimiento y pánico en la población. El Estado no tenía reservas monetarias, ni acceso al crédito. Menem tomó medidas que apuntaron a recomponer el tejido económico-social argentino. La fijación de la paridad cambiaria y la confiscación de los depósitos a plazo no fueron medidas liberales como la apertura económica, las privatizaciones de las empresas estatales, y la economía de mercado. Se logró la estabilidad monetaria y un crecimiento sorprendente. Se controló el déficit fiscal. Argentina se insertó al mundo globalizado. Comenzó a ser confiable para la inversión externa. Aumentaron significativamente las exportaciones y las reservas. Se saldó la deuda previsional y se reformó el sistema jubilatorio. Se devolvió el PAMI a los jubilados y gremios. Volvieron la acción y el crédito social. El conourbano bonaerense tuvo su fondo de reparación. El Presidente riojano creyó que Argentina no resistía más heridas abiertas: indultó a represores y subversivos. Reprimió con energía la rebelión de Seineldín. Subordinó las fuerzas armadas al orden civil. Terminó con el servicio militar obligatorio. Repatrió los restos de Juan Manuel de Rosas. El "Pacto de Olivos", que signó con Alfonsín, fue la expresión más madura de convivencia de la dirigencia argentina del final del siglo: reformó la Constitución atemperando el presidencialismo. También se incorporaron nuevos derechos y organismos de control institucional. Argentina participó en las acciones militares de la O.N.U. y fue designada miembro extra OTAN. Menem dio impulsó decisivo al Mercosur. Salvo los dos luctuosos atentados del terrorismo internacional, se vivieron bajo la administración menemista años de paz, crecimiento, democracia y armonía. El teléfono dejó de ser un privilegio y la televisión no empezó a transmitirse por la tarde para ahorrar energía. La ruta nacional 2 dejó de ser la de la muerte y La Plata se comunicó por autopista con la Capital. El ejército hizo una saludable autocrítica de la "guerra sucia". La privatización de los medios de comunicación consolidó una libre expresión inédita. El 31 de octubre de 1991 Menem, con su par Patricio Aylwin de Chile, acordaron, acudir a un arbitraje internacional sobre la disputa sobre la Laguna del Desierto. El Tribunal constituido por juristas latinoamericanos dio a conocer, el 21 de octubre de 1994, el fallo que reconoció en su mayor parte la posición argentina. En 1996 los mandatarios firman un acuerdo sobre los Campos de Hielo Sur, que dio fin a la última disputa fronteriza con el hermano país. Menem fue una expresión de la generación intermedia peronista: verticalista con Perón, renovadora después, popular siempre. Solía decir: "el gesto más noble del político consiste en poner el oído en el corazón del Pueblo y el otro en la voz de Dios, para escuchar con humildad el mandato de los tiempos". Carlos Saúl Menem, restañó heridas, olvidó agravios, buscó el bien común, transformó el país y amó a su patria. Como reflexiona Carlos Corach: “Basta pensar cuántas veces se despertó Menem entre extraños, es decir, secretarios, edecanes, carceleros. Pasó gran parte de su vida en hoteles, en su residencia de gobernador o en Olivos. No hay en él mezcla de lo privado y lo público, su vida es una sola”. Como Mirabeau y otros grandes políticos, Menem fue un hombre inverecundo. No permitamos los argentinos que se cometa la ingratitud de excluirlo, como al gran político francés, del Panteón de nuestros grandes próceres.

viernes, 8 de enero de 2021

Trump y el populismo

Por Otto Klappenbach Los cuatro años de la presidencia de Donald Trump significaron un éxito económico sin presente en los Estados Unidos, principalmente en el crecimiento del producto bruto como del empleo. Trump tenía ganada ampliamente la elección si no hubiera sido por el Covid, cuya manejo no fue convincente. La mayoría de los analistas están de acuerdo con esta afirmación. Trump jugó su carta a la vacuna y Pfizer, suspicazmente, postergó el anuncio de su producto para después del acto eleccionario. Fue la pandemia la que justificó el nunca tan numeroso voto por correspondencia. Un mecanismo que se implementó originariamente para que pudieran votar los soldados que estaban en cumpliendo misiones militares en el exterior, y que, lentamente, se fue extendiéndose a civiles como excepción. Trump advirtió sobre la maniobra de los demócratas para adulterar por diversas formas el voto por correspondencia. Tanto él como sus seguidores están convencidos que les hicieron fraude. Yo tengo muchas dudas que no tengan razón. Uno de los más famoso de los editorialistas políticos norteamericano, Thomas Friedman, en el diario The New York Time, publicó un artículo que hoy reprodujo La Nación, donde sostiene que si se hubiera anulado la victoria de Biden por canales institucionales los 81.283.485 estadounidenses que lo votaron “habrían salido a las calles (yo había sido uno de ellos) y probamente irrumpirían en la Casa Blanca, el Capitolio y la Corte Suprema”. No entiendo entonces porqué se sorprende con la actitud de algunos republicanos que irrumpieron en el Congreso, como lo hubieran hechos los demócratas. Creo que el fondo de la cuestión se está debatiendo en la actualidad en la ciencia política: el populismo, del cual Trump es un exponente. Ortega y Gasset decía: “lo que más distingue al hombre al resto de los seres de la creación es su capacidad de insatisfacción”. De no haber sido así, seguramente estaríamos viviendo en las cavernas. Las insatisfacciones de grupos sociales no siempre son canalizadas por los sistemas de la democracia burguesa establecida en el final del siglo XVIII. En caso de “Yankilandia” lo que sorprende que haya aflorada tan nítidamente en el país que, no solo fue la cuna de la representación popular, sino su mejor ejemplo. Pero cuando en la elección no hubo claridad se afecta el sistema y cuando las demandas de muchos no son escuchadas también. Trump les devolvió el trabajo a millones de norteamericanos que fueron sustituidos por el mercado que buscó mano de obra barata como la de China o México. Ese sector se creyó burlado con el voto por correspondencia. Las instancias políticas y judiciales le dieron ganador a Biden, pero en los populismos el voto también es contra el establiment que incluye los grandes laboratorios, como los que suponen retardaron la concreción de la vacuna. Esto lo explica, pero no lo justifica, no obstante la afirmación de los propios demócratas de que hubieran hecho lo mismo en iguales circunstancias. La forma de evitar los males del populismo es que la clase dirigente esté atenta a las necesidades, aspiraciones, y postergaciones de los distintos sectores sociales y no permita que el voto popular sufra violaciones.